Contra viento y marea: las Etimologías médicas de Antonio Barbará Riudor (1925)

Contra viento y marea: las Etimologías médicas de Antonio Barbará Riudor (1925)* Come rain of come shine... Antonio Barbará Riudor’s Etimologías médicas (1925) Bertha M. Gutiérrez Rodilla IEMYRhd, Universidad de Salamanca bertha@usal.es ORCID iD: https://orcid.org/0000-0001-7997-9095 RESUMEN: En este trabajo se estudia un repertorio pionero: el primer diccionario médico español dedicado exclusivamente a la etimología, elaborado por Antonio Barbará Riudor y aparecido en 1925. Se analizan sus características más relevantes, las fuentes utilizadas, los tipos de voces que incluye, además de encuadrarlo en el contex- to en que surge y de ponderar su interés e importancia en la historia de la lexicografía española y de un modo particular en la de la lexicografía médica. Palabras clave: etimología, diccionarios etimológicos, metalexicografía, lenguaje médico, origen de los términos médicos, Antonio Barbará Riudor, siglo XX. ABSTRACT: In this paper we study an innovating catalogue: the first Spanish medi- cal dictionary exclusively focused on etymology, by Antonio Barbará Riudor, pub- lished in 1925. We analyse its most outstanding features, its sources and the type of words it includes. We also place it into the context it was created and we praise for its relevance and interest in the history of Spanish lexicography, especially medical lexi- cography. Keywords: etymology, etymological dictionaries, metalexicography, medical lan- guage, origin of medical terms, Antonio Barbará Riudor, 20th century. REVISTA DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA (RFE) XCVIII, 1.o, enero-junio, 2018, pp. 61-84 ISSN 0210-9174, eISSN 1988-8538 https://doi.org/10.3989/rfe.2018.03 Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0). * La realización de este trabajo se ha financiado con una ayuda de los Programas Propios del Plan Estratégico de Investigación y Transferencia de Conocimiento de la Universidad de Sala- manca, 2015-2018. BERTHA M. GUTIÉRREZ RODILLA 62 REVISTA DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA (RFE), XCVIII, 1.o, enero-junio, 2018, pp. 61-84 ISSN 0210-9174, eISSN 1988-8538, https://doi.org/10.3989/rfe.2018.03 1. INTRODUCCIÓN Reconozcámoslo desde el principio: la etimología es algo que les gusta a los médicos. Entre las pinceladas históricas que suelen proporcionar al inicio de una clase entreveran las etimologías de los términos fundamentales que van a emplear. No puede sorprendernos por ello que uno de los autores de los prime- ros diccionarios etimológicos del español general fuera precisamente un médi- co: Pedro Felipe Monlau (1856). Entre estos profesionales se considera que el conocimiento del origen de los términos técnicos en que se sustenta su discipli- na es un buen mecanismo para la comprensión de los mismos. Así lo prueba la existencia de diversas obras aparecidas en los últimos cincuenta años, algunas de ellas con varias ediciones, como las de Enrique Barajas Niño (1984), José M.ª Quintana Cabanas (1987, 1989 y 1990), M.ª Eduarda Pineda Ramírez (1996), Luis Campos (1997) o el espléndido diccionario en línea de Francisco Cortés Gabaudan (2007-), por nombrar solamente algunos ejemplos y limitar- nos a los publicados en español. Y es que se trata de obras cuya finalidad, marcadamente pedagógica, es orientar al estudiante y a sus profesores —lo que no obsta para que pueda acceder a ellas cualquier otro lector que lo desee— sobre el origen del lenguaje de la medicina. El precursor de este tipo de textos —apareció más de medio siglo antes que los citados— fue el diccionario médico etimológico de Antonio Barbará Riudor, publicado en 1925, del que nos vamos a ocupar aquí. Aunque vamos teniendo noticia de los compendios lexicográficos surgidos en el pasado en las diferentes áreas de la ciencia, si realmente queremos que estos compendios sir- van para ampliar nuestros conocimientos y aplicar estos a trabajos posteriores, no podemos quedarnos en su simple catalogación, sino que debemos obtener de ellos toda la información que podamos mediante un análisis filológico e históri- co. Con esa intención nos centraremos en este trabajo en la obra de Barbará: el primer diccionario médico español dedicado a la etimología. Después de dibu- jar el contexto en que surgió, analizaremos sus características más relevantes, los tipos de voces que incluye y las fuentes utilizadas, para acabar ponderando su importancia en la historia de la lexicografía científica española. 2. LA ETIMOLOGÍA EN LOS DICCIONARIOS MÉDICOS ESPAÑOLES DEL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL XX El lenguaje de la medicina se ha ido forjando durante mucho tiempo —al menos desde el siglo V a. C. hasta la actualidad—, por lo que las palabras que lo conforman tienen diferentes orígenes; lo que hace que el estudio y análisis de tales palabras, además de complicado en ocasiones, resulte también de gran 63 CONTRA VIENTO Y MAREA: LAS ETIMOLOGÍAS MÉDICAS... REVISTA DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA (RFE), XCVIII, 1.o, enero-junio, 2018, pp. 61-84 ISSN 0210-9174, eISSN 1988-8538, https://doi.org/10.3989/rfe.2018.03 interés fuera ya del ámbito médico. El griego, el latín e incluso el árabe fueron las lenguas que proveyeron mayor cantidad de términos a ese lenguaje desde la antigüedad hasta el periodo medieval. Y, aunque no es despreciable la cantidad de voces que en tiempos más cercanos a los nuestros procede de las lenguas modernas europeas —alemán, francés, inglés o italiano, entre otras—, la neología especializada en el ámbito biosanitario ha sentido desde el Renaci- miento hasta la actualidad una inclinación muy llamativa hacia las lenguas clá- sicas, específicamente el griego, desde las que se ha acuñado la mayor parte de los neologismos (Gutiérrez Rodilla, 2014). Estos neologismos experimentaron durante el siglo XIX un crecimiento insó- lito, pues las ciencias de la salud se renovaron de tal manera que hasta cambió el paradigma existente en el horizonte médico. Lógicamente, ese avance trajo consigo la creación a gran escala de palabras con las que denominar conceptos hasta entonces desconocidos, acuñadas además con diferentes criterios corres- pondientes a las sucesivas etapas o “mentalidades” por las que la medicina decimonónica fue transcurriendo: anatomoclínica, fisiopatológica y etiológica. La revolución conceptual a que nos referimos, si bien se extendió por diversos lu- gares de Europa, tuvo como núcleos originarios fundamentales a Alemania y, sobre todo, a Francia, lo que llevó a que el francés —en algunas parcelas junto al alemán— casi se convirtiera en el idioma internacional de la medicina. En estas lenguas se forjaban esos neologismos, muchos de ellos, como hemos di- cho, creados por absoluta necesidad para designar los nuevos conceptos; pero muchos otros sin demasiado sentido, dado que no denominaban conceptos nue- vos o ya contaban con voces sinonímicas para hacerlo. El resultado fue que se produjeran confusiones conceptuales y terminológicas importantes, así como la llegada imparable de extranjerismos, particularmente galicismos, a otras lenguas. Lo anterior fue decisivo en el desarrollo de la lexicografía médica: en forma de repertorios enciclopédicos, auténticos manuales alfabéticos mediante los que se facilitaba al profesional la más actualizada revisión posible de esa medicina decimonónica innovadora; y en forma de diccionarios terminológicos o vocabu- larios, en los que se intentaba fijar el uso correcto de las incontables voces que iban apareciendo, por medio de una definición lo más precisa posible1. En todas esas obras la información etimológica adquiría un valor especial, tanto para centrar el significado de los términos como para tratar de legitimar de algún modo la utilización de los nuevos. Incluir la etimología en un diccio- nario especializado quitaba una cierta arbitrariedad al signo lingüístico en el caso de las creaciones que no estaban sujetas a la eponimia, de forma que no se trataba de un adorno más o menos erudito del que presumir, sino de un modo 1 Para las grandes diferencias existentes entre los diccionarios terminológicos y los enciclopé- dicos, y las razones del desarrollo de unos y otros, vid. Gutiérrez Rodilla (1999). BERTHA M. GUTIÉRREZ RODILLA 64 REVISTA DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA (RFE), XCVIII, 1.o, enero-junio, 2018, pp. 61-84 ISSN 0210-9174, eISSN 1988-8538, https://doi.org/10.3989/rfe.2018.03 de favorecer la comprensión de las palabras y de facilitar emplearlas con pro- piedad (Menéndez Pidal, 1953: 118). Era razonable contar con la etimología casi como si formara parte de la propia definición. De hecho se convirtió en muchas ocasiones en auténtico núcleo definitorio como ocurre, por poner solo un ejemplo, en macrogloso (“de macros, grande, y de glossa, lengua. El que tiene una lengua cuyo volumen, ya natural ó ya accidental, es excesivo”) (Ejemplo tomado de Hurtado de Mendoza, 1840). Otras veces, sin embargo, se limitaba a la mera constatación de los formantes constitutivos de la palabra, sin más precisiones, como puede verse, por ejemplo, en adeno-nerviosa (“de adeno glándula, y neuron nervio”, ejemplo tomado de Fabre, 1842-1846, s.v.). En otras, en fin, de forma notable en los repertorios enciclopédicos, junto a la eti- mología anterior se proporcionaba otra de tipo explicativo, que hunde sus pies más en la historia, como se puede comprobar en radesyge, por ejemplo: radesyge. Con este nombre se designó una enfermedad especial de la piel que se presentó en el siglo pasado de un modo endémico en las costas de Escandinavia. Etimológicamente se deriva esta palabra de syge, infeccion, y rada, mala (Vougt, Ahlander, Munk). Según otros autores (Holst) procede rade de raa=piel de pescado, ó raas= escama, interpretacion tanto más plau- sible, cuanto que la enfermedad de que se uploads/Geographie/ 1215-1495-1-pb.pdf

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