VAYIGASH Génesis 44:18 – 47:27 18 – ENTONCES YEHUDA SE LLEGO A EL, Y DIJO: “OYE

VAYIGASH Génesis 44:18 – 47:27 18 – ENTONCES YEHUDA SE LLEGO A EL, Y DIJO: “OYEME, SEÑOR MIO: RUEGOTE QUE HABLE TU SIERVO UNA PALABRA EN OIDOS DE MI SEÑOR, Y NO SE ENCIENDA TU IRA CONTRA TU SIERVO; PORQUE TU ERES COMO PAR-OH. 18 – ENTONCES YEHUDAH SE LLEGO A EL, Y DIJO: La palabra {hagashàh} que expresa la acción de acercarse a alguien puede tener tres significados distintos: Puede significar “presentarse” ante un tribunal para defender una causa en un pleito (véase Deut. XXV, 1), “acudir” a apaciguar a un adversario (Josué XIV, 6) o también “avanzar” para librar batalla (Sam. II, X, 13). Al “acercarse” a José, Yehuda está decidido a recurrir estos tres procedimientos para lograr su propósito: aboga por Benjamín, trata de apaciguar a Yoséf diciéndole: “no se inflame tu cólera contra tu siervo pues tu, eres igual al Faraón” y le desafía “Si me exasperas, os mataré a ti y a tu amo” (Rashí). Sin embargo, Rabenu Bajyáh subraya el hecho de que Yehudah recurre primero a la persuasión, como lo atestigua su largo discurso. Esta manera de actuar corresponde a la que recomienda el Libro de los Proverbios de Salomón cuando dice: “Una respuesta amable calma la ira, más una palabra áspera excita la cólera” (XV, 1). La interpretación de Bajyáh encaja con la comparación del Midrash Tanjumah que exponemos a continuación y en la que se le aplica a la retórica de Yehudah la siguiente sentencia de los Proverbios: “El pensamiento que yace en el fondo del corazón humano es como el agua profunda: el hombre inteligente sabe sacarlo”. (XX, 5). Este pensamiento, explica el Midrash, puede compararse con un pozo tan profundo que nadie consigue sacar agua de él. Surge entonces un hombre que ata varias cuerdas entre sí y varios cubos los unos a los otros hasta poder alcanzar y sacar el agua. De la misma manera, el pensamiento secreto que yacía en el fondo del corazón de Yoséf les resultaba impenetrable a los diez hermanos. Pero, gracias a su sentido psicológico, Yehudah supo “descender hasta el fondo del pensamiento” del virrey. Supo hacer vibrar las cuerdas más sensibles de su corazón describiendo con conmovedoras palabras el indecible dolor que abrumaría a su padre si Benjamín no volvía con él; y consiguió vencer así el comportamiento altanero y frío de su hermano. A pesar de todo lo inteligente que era Yoséf, concluyen nuestros Sabios, fue Yehudah, en definitiva, quien le dominó. OYEME, SEÑOR MIO: RUEGOTE QUE HABLE TU SIERVO UNA PALABRA: Najmánides se pregunta por qué sintió Yehudah la necesidad de hacer un discurso tan largo y de recapitular todo lo que había sucedido hasta entonces entre ellos. No le convence, en efecto, la explicación de Rashí. Según este, todo el discurso de Yehudah gira en torno a un reproche que le hace a Yoséf. Es como si dijera: Te comportas como el Faraón; prometes y no cumples tu palabra. Nos dijiste que querías “poner tus ojos sobre Benjamín”. A eso le llamas tú: “poner los ojos”. Najmánides opina, en cambio, que lo único que se proponía Yehudah era despertar en el corazón de Yoséf su compasión por Benjamín, y que contaba para ello con el temor a Dios que Yoséf había expresado anteriormente en palabras (XLII, 18) y en actos (XLII, 23). Por eso recalcó en su discurso que la venida de Benjamín a Egipto se debía exclusivamente a la excesiva insistencia de Yoséf y que a su padre se le había partido el corazón al tener que separarse de su hijo menor en contra de su voluntad. ¿Era justo que Yoséf tratase ahora de retener a Benjamín y de hacer de él un esclavo recurriendo para ello a una artimaña? “Has estado provocándonos desde el principio. ¿Por qué motivo nos hiciste a nosotros tantas preguntas y no se las hiciste a ningún otro comprador? ¿Acaso te pedimos la mano de tu hija? ¿Acaso querías tú casarte con nuestra hermana?” (Rashí). Y Yehudah concluyó entonces: “Ten pues consideración por nuestro anciano padre, tómame a mí como esclavo, en lugar de quedarte con Benjamín. Esto es actuar con justicia”. Así pues, para alcanzar el objetivo al que nos hemos referido anteriormente, Yehudah va alternando, con un arte consumado, argumentos sentimentales y reproches a penas velados, apelando a veces al sentido de la justicia y de la piedad que presiente en su interlocutor, y profiriendo otras veces amenazas encubiertas que rugen sordamente, como dice el Midrash, en el tono airado de su voz. Y NO SE ENCIENDA TU IRA: puedes deducir de esto, advierte Rashí, que Yoséf le había hablado con dureza. Una justa oratoria se entabla aquí entre el león (sobrenombre de Yehudáh, XLIX, 9) y el toro (sobrenombre de Yoséf; Deut. XXXIII, 17). El Zohar le aplica esta sentencia de los Salmos (XLVIII, 5): {ki hinèh ha­melajìm no`adu yajdàv}, que interpreta de la manera siguiente: “He aquí que los reyes se encuentran (Yehudáh y Yoséf eran, de todos los hermanos, los que más autoridad tenían); ambos están enfurecidos {hèmah raù}; ellos (los demás) los ven y están aterrados. Los sobrecoge el espanto, …la angustia se apodera de ellos”. Y el Zohar prosigue: “Tiemblan de miedo ante la perspectiva de tener que matar o perecer.” No obstante, la confrontación entre los dos gigantes tuvo, en definitiva, resultados positivos. Pues lo que condiciona el establecimiento de relaciones armoniosas en el seno de la familia y de la sociedad es la unión del poder temporal representado por Yehudah, el fundador de la tribu real y del poder espiritual representado por Yoséf, “el justo”, {ha­ Tzadik}. En efecto, ninguna fuente de bendiciones es más generosa para los hombres que la que brota de la alianza entre la monarquía y los ideales religiosos. Por esta razón, podemos considerar que la frase inaugural de nuestra sección: {va­yigàsh elàv Yehudàh} marca un cambio positivo en el desarrollo del proceso histórico. Rabi Yonatán añade: Los mismos ángeles bajaron de los cielos para asistir al encarnizado combate que libraron entre sí “el león y el toro”. Pues decían: En general, el toro se asusta del león. Pero la lucha que está desarrollándose aquí ante nosotros sólo cesará en los días del Mesías, como lo anuncia el profeta Isaías cuando evoca la venida del Redentor: “Entonces cesará el afán de rivalidad de Efrayím el representante de los descendientes de Yoséf y los odios de Yehudah desaparecerán; Efrayím dejará de envidiar a Yehudah y Yehudah dejará de ser enemigo de Efrayím” (XI, 13­Tanj). En efecto, si enfocamos los hechos desde una perspectiva histórica, observamos que esta reconciliación entre los dos hermanos no sobrevivió al pasar el tiempo: Cuando, tras la muerte de Salomón, el reino de Israel se escondió en dos partes antagónicas, una se llamó Yehudah y la otra Efrayím. En cuanto a Benjamín, permaneció siempre junto a Yehudah, su gran protector, y nunca se alió con Efrayím y Menashéh, los hijos de Yoséf, cosa que éste presintió dolorosamente desde el principio (&. Com. XLIII, 29). 19 – MI SEÑOR PREGUNTO A SUS SIERVOS, DICIENDO: “¿TENEIS PADRE, O HERMANO?” 20 – Y NOSOTROS RESPONDIMOS A MI SEÑOR: “TENEMOS PADRE ANCIANO Y UN NIÑO DE SU VEJEZ, EL MENOR; Y SU HERMANO MURIO, Y EL QUEDO SOLO DE SU MADRE, Y SU PADRE LO AMA. 21 – Y TU DIJISTE A TUS SIERVOS: “BAJANDMELO, PARA QUE PONGA MIS OJOS SOBRE EL.” 21 – Y TU DIJISTE A TUS SIERVOS: “BAJANDMELO, PARA QUE PONGA MIS OJOS SOBRE EL: Najmánides hace constar que Yoséf no dijo nunca nada semejante. En consecuencia, algunos comentaristas admiten que el autor de esta frase fue el propio orador, es decir Yehudah, quien expresó con estas palabras su deseo de examinar más detenidamente el caso de su hermano (ver el Jizkùni). Es como si Yehudah le dijera a Yoséf: ¿En qué derecho te basas para condenar a Benjamín? ¿En el derecho egipcio? Lo único que te permite éste es confiscar todos nuestros bienes, que es la medida prevista por tu ley en caso de robo. Y si te guías por el derecho que practicamos nosotros, nuestra Ley es categórica al respecto: “Si el ladrón és sorprendido en flagrante… deberá reparar el daño; y si no tiene con qué, será vendido por el hurto que ha cometido” (Ex. XXII, 2). Pues bien, prosiguió Yehuda, nuestro hermano tiene dinero; por lo tanto, no tienes derecho a retenerle y a convertirle en tu esclavo (Tanj.) 22 – Y NOSOTROS DIJIMOS A MI SEÑOR: “NO PUEDE EL MOZO DEJAR A SU PADRE, PORQUE SI LO DEJARE, SU PADRE MORIRA”. 23 – MAS TU DIJISTE A TUS SIERVOS: “SI NÓ DESCENDIERE NUESTRO HERMANO MENOR CON VOSOTROS, NO VOLVEREIS MAS A VER MI ROSTRO.” 24 – ACONTECIO, PUES, QUE CUANDO HUBIMOS SUBIDO A DONDE ESTA TU SIERVO, MI PADRE, LE CONTAMOS LAS PALABRAS DE MI SEÑOR. 25 – Y CUANDO DIJO NUESTRO PADRE: “VOLVED, COMPRADNOS UN POCO DE ALIMENTO”, 26 – NOSOTROS RESPONDIMOS: “NO PODEMOS DESCENDER; SI ESTA NUESTRO HERMANO MENOR CON NOSOTROS, uploads/Geographie/ vayigash-ge-nesis-44.pdf

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